Nostalgias ajenas #1: DDR 1972 (Other’s Nostalgias #1: GDR 1972)
Exposición individual en la Galería Marta Cervera
Encuentro con Luciana Cadahia, Alexis Callado, Juan S. Cárdenas y Sara García en la galería.
Sara — La condición de necesidad para la nostalgia es la memoria. Entonces, ¿cómo tener una memoria de algo que no has vivido? Una memoria de ciertos acontecimientos, sobre todo políticos, se fragua desde el estereotipo y desde el fetiche. Para sentir nostalgia por otro tenemos que construir una memoria artificial y falsa, llena de contenidos estereotipados y fetichizados, y a partir de ahí podemos empezar a empatizar con la memoria del otro.
Alexis — Es difícil empatizar con una memoria ajena, pero la nostalgia no es sólo un elemento vivencial, también puede ser intelectual. De hecho creo que toda nuestra civilización tiene un contenido nostálgico, sobre los paraísos perdidos y el regreso al Edén, una idea que entronca con los proyectos utópicos del siglo XX, tanto el fascismo como el socialismo.
Luciana — A mi me interesa lo que sucede con estas imágenes: Daniel va a Cuba como artista a dar unos cursos de fotografía y descubre estos carros Lada, que operan como un símbolo en la isla, y decide tomarles fotos. Estas imágenes las trae a Madrid y las revela, y realiza a partir de ellas una serie de esquemas a través de los cuales se muestran los mecanismos del artefacto. Es decir, un artefacto que opera como símbolo en Cuba, de pronto es desmontado en España, Daniel da cuenta de cómo opera y en ese momento se genera una especie de cortocircuito en el sentido de que ya ese objeto deja de ser un símbolo, y Dani muestra su mecanismo. Y se queda ahí, desactivando el juicio.
Juan — Justamente me interesa eso. El tratamiento de las imágenes es muy particular, ya que está negándole a las cosas la posibilidad de acudir rápidamente al significado que se les ha asignado previamente. Esta especie de intento de pasar a un plano meramente estético elementos gráficos, documentos llenos de carga política, es muy interesante. Es imposible despolitizar algo, pero en esa despolitización se está ejerciendo al mismo tiempo una alteración estética que acaba volviendo a lo político y llegamos a la idea de rebote, cuando intentas estetizar algo es como si pusieras en suspenso el discurso político aceptado, pero en esa estetización de repente se repolitizan las cosas una y otra vez.
Luciana — Esa experiencia estética es una experiencia netamente política, no en el sentido de una ideología establecida, pero sí en el sentido de que estás generando una ruptura en el orden de las cosas, lo cual afecta a campos perceptivos que son los que condicionan las ideologías. Y ahí emerge algo interesante, que es no ya una estética de la política, como podría ser el símbolo que supone el Lada en Cuba, sino una política de la estética.
Alexis — Hay un arte político en el que el artista se compromete en cambiar la sociedad, y otro arte trata de mostrar las realidades a nivel estético, reflejando una realidad política. Creo que la intención de Daniel es investigar en esas contradicciones.
Juan — Efectivamente. Y yo querría desligar esta propuesta “estetizante”, con la que yo me identifico plenamente, de aquellas prácticas que politizan absolutamente los contenidos y lo que hacen precisamente es frivolizar asuntos sumamente importantes, generando muchas veces pornomiseria, dando una pátina “guay” a estos problemas y generando una actitud moralizante. Yo separaría claramente este juego de embellecimiento de un asunto político grave, de la propuesta de Daniel, que verdaderamente hace cortocircuito. Este trabajo, al estetizarse supuestamente, quizá está haciendo mucha más política que los discursos típicamente políticos donde la gran mayoría del arte político hoy cae. Si hay una práctica interesante en el arte contemporáneo es justamente ésta que propone Silvo.